lunes, 9 de abril de 2012

Heridas cicatrizadas II - Lucha y rendición

Continuación de:
Heridas cicatrizadas I - Un mal comienzo

Sentada en el suelo, con mi hijo plácidamente dormido en mi regazo, reflexionaba acerca de lo ocurrido. Ahora me doy cuenta de que lo que ocurrió en realidad fue que el bebé apenas había tenido ocasión de estimular la producción de leche, porque entre la glucosa, el que le ponía al pecho cada tres horas y el biberón que le acababa de dar le habían quitado las ganas de engancharse a la teta. Sin embargo, la inevitable conclusión a la que llegué gracias a mis (nulos) conocimientos sobre el tema, fue que no tenía leche: tal y como me habían dicho en el hospital, igual que le había pasado a mi madre, a mi suegra, a mi amiga, a un montón de madres que conocía.
Al día siguiente, fui a ver al ginecólogo para la revisión y le dije que no me había subido la leche. Tengo que decir que este señor ha sido el único profesional sanitario que consulté en su momento que no me recomendó olvidarme del tema. Me dijo que eso era prácticamente imposible: ya teníamos comprobado que no tenía ningún problema de tiroides que justificara una posible hipogalactia (y aún así me mandó una analítica para volverlo a descartar); me comentó que un trauma muy fuerte, como había sido la muerte de mi madre, podía afectar seriamente la tasa de prolactina y hacer que la subida fuera menor y más tardía. Me recomendó ponerme al bebé al pecho todo lo posible, comprarme un sacaleches para acelerar la producción y consultar cualquier duda con el pediatra. Los primeros dos consejos fueron muy acertados; el tercero, desastroso.
Al relatarle la historia, el pediatra me dijo textualmente: a estas alturas, ni te lo plantees. Le contesté que aún así, me lo quería plantear, y le pedí que me explicara cómo hacerlo. Me indicó que me pusiera al bebé al pecho, pero no todo lo posible, sino cada tres horas para que fuera asociando la teta con la comida (un consejo que hoy en día me parece una burrada, pero confieso que en su momento lo encontré sensato) y si rechazaba el pecho, que le diera el biberón.
Así que añadí otro despropósito al cúmulo de errores garrafales que ya había cometido, y respeté escrúpulosamente las tres horas de rigor. Entre tomas, probaba con el sacaleches.
A todo esto, creo que mi convicción de que "no me había subido la leche" tenía un fondo de verdad. En condiciones normales, una estimulación tan escasa e inadecuada me habría provocado una mastitis de caballo, en cambio no tuve la más mínima molestia. Puede que el sacaleches fuese malísimo, puede que no supiera utilizarlo correctamente (a veces llegué a hacerme sangre), pero nunca conseguí más de unas pocas gotas. Entonces cogía esa cantidad tan mísera, que apenas alcanzaba a cubrir el fondo del biberón, y mojaba los labios de mi hijo mientras lloraba de impotencia porque era todo lo que podía darle.
No sabría decir cuánto tiempo aguanté así: creo que un mes, más o menos. Evidentemente, después de aquel primer biberón vino un segundo, un tercero y otros más. Tengo que decir en mi defensa que mi error no fue no buscar información, sino buscarla en la dirección equivocada. No tenía ni idea de que existieran grupos de apoyo a la lactancia (ojalá lo hubiera sabido), así que me centré en investigar acerca de la subida de la leche, la forma de incrementarla, cómo tener más leche, toda una serie de disparates que poco tenían que ver con el problema real.
Mi entorno se dedicó a intentar sabotear todos mis esfuerzos, con la mejor intención del mundo, pero dejándome claro que me estaba proponiendo algo imposible, repitiéndome una y otra vez los mismos tópicos: no insistas, si no se puede no se puede, no pasa nada, no importa, no eres peor madre por dar biberón, con el biberón se crían igual de bien, lo importante es que el niño no pase hambre.
Mi marido intentó ayudarme, me ofreció su apoyo, me escuchó (que no es poco), secó mis lágrimas, pero su condición de hombre le impidió llegar hasta las raíces de mi dolor, creo que nunca llegará a comprender la magnitud de mi derrota.
Llegó el día de la rendición. Todavía consigo visualizarlo como si se tratara de una película: es un día como muchos otros, hecho de infructuosos intentos de extraerme una leche que simplemente no quiere salir; me pongo al niño al pecho, y empieza a llorar como un loco. Me digo a mí misma que últimamente empieza a llorar nada más ver la teta, el pobre tiene que asociarla con pasar hambre. Tras lloros y más lloros (suyos y míos), le doy el biberón y al rato se queda dormido. Le dejo en la cama y como un autómata voy a la habitación contigua, cojo el sacaleches y lo llevo a la cocina. Lo arrojo a la basura con todas mis fuerzas mientras maldecía mi destino, mis tetas inútiles y mi ineptitud como madre. Luego abro la ventana, me siento y (Dios me perdone) me enciendo un cigarro. El dolor que me abrasa la garganta me ayuda a olvidar aquel otro, más punzante y profundo, que me atenaza las entrañas.
Contemplo las volutas de humo que bailan por mi cocina y desaparecen lentamente como mis esperanzas, mientras las lágrimas que se deslizan lentamente por mi cara me hacen pensar, una vez más, en lo que pudo ser.

Continúa en Heridas cicatrizadas III - descubriendo la magia

4 comentarios:

  1. Mi historia es paralela a la tuya. Durante esas semanas en las que no podía darle el pecho a mi hijo aun queriendo hacerlo todo lo que podía hacer era llorar y llorar, como lo hago ahora al leerte y recordar el sufrimiento de entonces. Afortunadamente, al cabo de un par de meses todo cambió.

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  2. Me alegro de que tu historia por lo menos haya tenido un final feliz. A veces disfrutamos más de lo que nos cuesta esfuerzo.
    Un beso.

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  3. HOla Kim...no sé si llorar por mis recuerdos todavía muy recientes o si alegrarme por haberte encontrado y abrirme un hilito d esperanza en el caso de volver a tener otro hijo...creo q me quedo con lo segundo...todo esto nos/me sirve para intentarlo con más fuerzas si cabe..gracias por compartir tu experiencia!! Si hubiera una próxima vez la q cogerá las riendas seré yo...más adulta, más fuerte y sobre todo más y mejor informada..gracias de nuevo!

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    1. Yo creo que de todo se aprende. En mi caso particular, volver a ser madre me ayudó también a terminar de sanar esas heridas.
      Pero por lo demás, pienso que a pesar de todo he conseguido compensar a mi hijo por lo que no pude darle. Seguro que tú también.
      Besos.

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