miércoles, 10 de febrero de 2016

Cruzando puentes

Pues sí, todavía toma teta.
Hace unos días, me enlazaron un artículo en el que una mujer que amamanta a su hija de 6 años hablaba de su experiencia y, como os podéis imaginar, las críticas no se hicieron esperar. Incluso en ambientes donde se promueve la crianza respetuosa y la lactancia prolongada y a libre demanda, me he topado con comentarios que abarcaban desde el escepticismo hasta la hostilidad.
Por la parte que me toca, me identifico en muchísimos puntos con esa mamá. En mi caso, no son 6 años, pero teniendo en cuenta que nos acercamos a los 5 y medio y sí, todavía toma teta, no me extrañaría que siguiera entetada en su próximo cumpleaños.
Así que bienvenidos sean el escepticismo, la hostilidad, incluso el paternalismo disfrazado de tolerancia (yo lo respeto, pero...); no escribo esto para reivindicar nada, puesto que si algo hubo que reivindicar, ya lo hice en su día; tampoco lo hago para llamar la atención, ya que a mi entender, el hecho de amamantar (ya sea con 5 meses o con 5 años) no es algo que se enseñe ni que se esconda. Lo hago simplemente porque si hasta hace unos años me hubieran dicho que a esta edad seguiría dándole teta, con toda probabilidad me habría caído de espaldas, y me habría gustado que me lo hubieran explicado "desde el otro lado".
La OMS recomienda lactancia exclusiva durante los primeros 6 meses, y combinada con otros alimentos hasta como mínimo 2 años, o hasta que la madre y el niño quieran. Sugiero que en la próxima revisión se añada "y no hasta que el pediatra, la suegra, el vecino o el opinólogo de turno lo considere oportuno". La de problemas y explicaciones que ahorraría esa coletilla...
Por lo que a mí respecta, nunca me puse fecha de fin, no porque me planteara una lactancia sin límites desde el principio, sino porque la vida me ha enseñado que es suficiente con planificar algo para que el destino te presente alguna que otra sorpresa. De hecho, tenía pensado darle de mamar a mi primer hijo pero fracasé estrepitosamente al poco de empezar (la historia completa aquí).
Así que cuando me quedé embarazada de mi hija, decidí informarme para no volver a repetir los errores del pasado, pero otra vez me enfrenté a un reto que no tenía previsto (la historia completa aquí). En versión resumida, digamos que los comienzos fueron tan, tan difíciles que me parecía una locura pensar a largo plazo: hubo días que creí que no llegábamos ni al mes. Así que a medida que fuimos venciendo los obstáculos poco a poco e iba vislumbrando el camino, me planteaba la posibilidad de dar otro pequeño pasito. Y pasito a pasito, vamos cruzando puentes.
Al principio, fue una lucha. Primero, una lucha contra el tiempo, contra mi propio cuerpo y mi supuesta incapacidad para alimentar a mi hija sin necesidad de suplementos ni ayudas externas; después, cuando conseguí tirar los biberones a la basura y regocijarme porque mi hija solo se alimentaba de la leche de mis tetas, tuve que estamparme contra el muro de la corrección política. Resulta que para la corriente dominante, dar el pecho a un bebé de pocos meses es acertado y hasta meritorio, pero hacerlo más allá de lo que el interlocutor juzgue apropiado suele considerarse una muestra de patología mental, de exhibicionismo, de dependencia excesiva o de cualquier calamidad que el iluminado de turno tenga a bien hacer recaer sobre la cabeza de la madre.
Así que la lucha continuó, pero cambió de forma. Me tocó sufrir a un pediatra de la vieja escuela, de esos que opinan que a los 6 meses hay que suspender la lactancia para pasarse a la leche de continuación (de marca patatín naturalmente, ya que son todas igual de buenas, pero la marca patatín es un pelín mejor que las demás), y total, teniendo que dejarlo a los 6, qué más da a los 3 o a los 4; tuve que lidiar con (des)conocidos que achacaban cualquier problema o manifestación típica de la infancia a la teta: si duerme mal es culpa de la teta, si no engorda es culpa de la teta, si llora es culpa de la teta, si es tímida es culpa de la teta, si es contestona es culpa de la teta, si no se atreve a tirarse por el tobogán es culpa de la teta, si se tira de cabeza por el tobogán, también es culpa de la teta.
Y qué decir de esos comentarios irónicos, vas a tener que ir al cole con ella para darle de mamar durante el recreose echará novio y seguirá con la teta y demás lindezas... Supongo que cualquier mamá que haya dado de mamar más de lo que su entorno considera apropiado sabrá de lo que estoy hablando.
Por eso estoy bastante curtida ante los comentarios, he cruzado muchos puentes y sé que las riadas de objeciones e impertinencias terminarán por llegar al mar (o al desagüe), lejos de mí y de mi hija.
No pretendo generalizar, pero por lo menos en mi experiencia, tengo que decir que los que más opinan sobre lactancia suelen ser los que menos saben al respecto. Por eso no me ofende que levanten la ceja al descubrir que todavía toma teta, o se apresuren a explicarme que les parece bien, pero...
Dejadme que os desvele el secreto mejor guardado de la lactancia prolongada: con el tiempo, va a menos. Quedan atrás los altibajos de las primeras etapas, el querer engancharse a cada rato, el tardar literalmente horas en soltarse, el pedir teta como si no hubiera un mañana. Hace mucho que mi hija no me pide teta en la calle, ni en el parque, y a pesar de las predicciones agoreras, nunca me la ha pedido en el cole o en una fiesta de cumpleaños. De hecho, no recuerdo cuándo ha sido la última vez que le he dado de mamar en público. No por vergüenza, ni por el qué dirán, sino porque ha cogido la costumbre de tetear tumbada y por tanto, es más fácil darle en casa y yo me encuentro más cómoda espatarrada en la cama o en el sofá. Nuestra lactancia, tan escandalosa, impúdica y exhibicionista a ojos de algunos, se resume, a estas alturas, en una toma por la mañana y en ocasiones (cuando no está demasiado cansada) otra por la noche. Así que no veo dónde está el problema, a qué responde esa necesidad de opinar sobre algo que no incumbe a nadie más, de dejar claro que está bien, pero...
Lo mismo que si empiezan a cuestionar los pijamas que les pongo, los juguetes que les compro o la peluquería a la que les llevo... entran ganas de contestar igual, está bien, pero... ¿a vosotros qué más os da? Pero claro, esas son decisiones personales de competencia de cada familia; la teta no, es un asunto de salud pública y hasta el frutero del barrio debe tener voz y voto.
Hemos cruzado muchos puentes y todavía nos queda uno, el del destete. Lo cruzaremos, pero no antes de llegar a él.
 

2 comentarios:

  1. Identificada. Llevamos 6 años y medio de lactancia ininterrumpida y 2 en tandem. Cansada, pero satisfecha. Informada y siguiendo mi instinto para no dejarme llevar por todos los comentarios que he escuchado a lo largo de estos años a pesar de que vivo en un país donde se apoya la lactancia materna. Espero el destete natural y disfruto el momento mientras yo siga siendo la mujer más importante en sus vidas porque en unos años, estos dos hombrecitos, van a pedir teta.... pera ya no será la mía.

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  2. Gracias, Kim. Mi niña, de seis años y casi cuatro, toma teta. Solo de noche y algún chupito suelto. Es tan nuestro como leer un cuento o apagar la luz y hacernos preguntas. Es nuestro. Besos enormes.quili

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