jueves, 30 de enero de 2014

Uno de tantos

Me adhiero a esta iniciativa, llamada Di NO a la violencia infantil, creada por Mamá es bloguera y Princesasyprincesos; hace unos días leí un post de Charlando en el patio sobre el tema y me vino a la cabeza esta historia. Hace años que me la contaron, pero durante mucho tiempo permaneció enterrada en mi memoria en ese extraño lugar a mitad de camino entre la reminiscencia y el olvido. Creo que ha llegado la hora de rescatarla.
 


Se llamaba Alen, y fuimos juntos a primero de primaria. La historia que voy a contar es rigurosamente real: por un momento pensé en cambiarle el nombre, en elegir uno que fuera simbólico y representativo, pero por curiosidad me puse a buscar el significado de Alen, y según una de las versiones que encontré, es de origen yiddish y significa "solo"; demasiado profético para cambiarlo.
A duras penas recuerdo su cara, estaba sentado delante de mí pero no éramos amigos. Era un niño bajito, pálido, con el pelo color arena, tímido y silencioso. Supe de su historia porque la maestra no se cortaba a la hora de cotillear con las otras madres, y años después, mi madre me la contó.
Alen era hijo de madre soltera, detalle que en aquellos tiempos ya no se consideraba escandaloso, pero proporcionaba un sinfín de chismes jugosos a numerosos grupos de señoras que intentaban parecer modernas y liberadas mientras luchaban sin éxito contra décadas de represión y dominación patriarcal.
Su madre le había tenido muy joven, poco más que adolescente; era fruto de una relación con un hombre mucho mayor. Decían las malas lenguas que la madre de Alen se había quedado embarazada en un desesperado intento por mantener a su lado a su amante casado, pero obtuvo el efecto contrario. Nunca vi al padre de Alen, no sé quién es ni si se ocupó nunca de su hijo más allá de reconocerle como propio; sé que el niño pasaba casi todo el día en compañía de su abuela materna, que le quería con locura, pero a la hora de cenar volvía a casa con su madre, y allí su vida se convertía en una pesadilla.
Más de una vez llegó a clase con marcas y moratones; sin embargo, a diferencia de muchos niños maltratados, que son coaccionados a mentir, él nunca atribuía sus heridas a algún accidente doméstico inexistente, y contestaba a las preguntas con una sinceridad alarmante: su madre se había enfadado con él y le había abofeteado hasta hacerle sangrar la nariz, su madre le había empujado y se había golpeado contra un mueble, su madre le había pegado porque era torpe y estúpido.
Un día, Alen no fue al colegio; el día siguiente tampoco vino, ni al otro. Si no me equivoco, estuvo ausente durante más de un mes. Cuando volvió, lo hizo con ambos brazos escayolados.
Así aparece en la foto de clase, con una camisa de manga corta en pleno invierno, la única prenda a través de la cual podía pasar su "armadura".
Los demás niños envidiábamos estúpidamente esos brazos, ser el centro de todas las miradas, ver cómo esa escayola se llenaba progresivamente de firmas, dibujos y dedicatorias.
Años después, entendí que no había nada que envidiar. Nunca me quedó muy claro qué había ocurrido exactamente, tengo entendido que Alen estaba sentado en un taburete, o en una silla alta, su madre le empujó, o le tiró, o le quitó el taburete de debajo y él se fracturó los brazos a causa de la caída.
Fuera como fuera, afortunadamente alguien, no sé quién, tuvo las agallas de denunciar. Hubo una investigación y a la madre de Alen le quitaron la custodia. Dicen que fue a vivir con su abuela, la que le adoraba, y que ella le matriculó en un colegio más cercano a su casa.
Nunca le volví a ver, ni supe qué fue de él. Acabo de buscarle en google y encontré su página de Facebook; por lo que he podido leer, tiene una carrera universitaria, un trabajo, una novia. Espero que la vida le haya tratado bien, porque bastante duros fueron sus comienzos.
Y Alen es solo uno de tantos, uno solo de muchos niños que llevan su sufrimiento a cuestas como una cruz, que tienen demasiados accidentes, demasiados moratones, se muestran demasiado educados, demasiado silenciosos y complacientes o al revés, demasiado agresivos y problemáticos ante la indiferencia general de esta sociedad que prefiere enterrar la cabeza bajo la arena y pensar que no es de su incumbencia.
Por desgracia, la prensa nacional es muy parca en noticias de este tipo, parece que tengan miedo a sensibilizar a la población al respecto. Las noticias sobre menores delincuentes suelen tener mucha relevancia, casi siempre acompañadas de unas cuantas advertencias sobre la necesidad de ser estrictos y autoritarios para evitar males mayores, en cambio existe una extraña conspiración del silencio en lo que a niños maltratados se refiere.
Ojalá llegue el día en que todos nos podamos unir y levantar nuestra voz contra el maltrato infantil, para que historias como la de Alen no se vuelvan a contar jamás.



4 comentarios:

  1. Gracias por tu aportación. Qué relato más triste pero qué necesario es que vean la luz

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  2. Oooh gracias kim x participar. Que desgracia q tengamos q hablar de esto. Un besazo wapa!

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  3. Se me ha encogido el corazón. Es muy triste ver cómo la respuesta de muchos ante este tipo de situaciones, es símplemente dar media vuelta y seguir como si nada.

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