martes, 10 de enero de 2012

El centro del mundo

Hoy he leído, en un foro del que soy asidua, el mensaje de una mamá temerosa de estar malcriando a su bebé: por lo visto, la maestra considera que el niño es un déspota, porque necesita ser cogido en brazos, y que se le debería hacer esperar "por su bien", porque no se puede tener todo en la vida y el niño tiene que aprender que no es el centro del mundo.
No sé si me choca más el hecho de que esta señora (que para más inri trabaja con niños) considere merecedor de semejante calificativo a un bebé que apenas levanta un palmo del suelo, o que este tipo de teorías sean tan extendidas y tengan tantos seguidores.
Si pienso en un déspota, me viene a la mente un jefe que tuve hará cosa de quince años: una persona maleducada, arrogante, desagradable y falta de empatía; no sé como le educaron, pero me inclino a pensar que ese señor arrastra una serie de carencias, y que difícilmente se las han causado por cogerle mucho en brazos.
Mucha gente opina que hay que acostumbrar a los niños a tolerar la frustración para que entiendan que en la vida no todo viene regalado. Personalmente, no creo que llevarnos palos antes de tiempo o con mayor frecuencia nos ayude a recibirlos con una sonrisa en el futuro. Si no, que se lo digan a la gente que juega a la lotería todas las semanas y sigue llevándose un disgusto al ver que no le ha tocado.
Sé que no se puede tener todo en la vida, lo aprendí a temprana edad, porque más o menos era lo que me venían a decir mis padres cada vez que yo protestaba porque había acelgas para comer. Pero lo habría aprendido de todos modos el día que mis compañeros de clase no quisieron incluirme en sus juegos, cuando mi padre estuvo más de un mes fuera de casa por motivos de trabajo pese a que le suplicara para que se quedara conmigo, cuando el chico que me gustaba no me hizo caso, cuando acontecía una muerte en familia (muchas, por desgracia).
Dicho esto, quiero aclarar que las acelgas han sido una valiosa lección. Gracias a ellas, aprendí que los adultos mienten, porque cuando me decían si no te comes las acelgas, no hay nada más no era cierto, porque teníamos la nevera repleta; que existe una doble vara de medir según se trate de niños o de adultos, porque a mi madre no le gustaba el cordero y nunca comíamos cordero, y yo odiaba las acelgas y aún así me obligaban a comerlas de vez en cuando.
En mi casa no entran acelgas, que no he vuelto a comer desde entonces, ni alcachofas, porque no le gustan a mi marido. He aprendido la lección, aunque dudo que sea lo que pretendieron enseñarme en primer lugar. Las imposiciones y las amenazas no suelen dar resultados; las lecciones que mejor se aprenden son las que nos enseñan con amor.
También he conseguido aprender que no soy el centro del mundo. Si muriera ahora mismo, las estaciones seguirían sucediéndose, la gente se levantaría por la mañana y se acostaría por la noche ignorante de mi desgracia. Tan solo soy una diminuta pincelada en el gigantesco lienzo de la creación divina, tan insignificante que nadie notaría su ausencia.
Se suele decir que nadie es imprescindible, y al igual que yo, mis hijos tampoco son el centro del mundo. Sin embargo, son el centro de mi mundo, del mundo que su padre y yo hemos empezado a construir el día que nos miramos a los ojos y nos dijimos que lo nuestro era algo por lo que merecía la pena luchar.
No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar el mío, puedo darle la forma que yo quiera, puedo convertirlo en un lugar cálido y acogedor donde refugiarse o en un campo de batalla donde se aprende a tolerar la frustración a marchas forzadas. Por mi parte lo tengo claro, y si por desgracia habrá momentos en los que mis hijos sufrirán sin que yo pueda hacer nada para evitarlo, por lo menos podré estar a su lado tratando de aliviar el dolor que todo sufrimiento conlleva. Y sobre todo, haré lo que está en mis manos, evitarles sufrimientos innecesarios "por su bien", para que aprendan, para que se acostumbren o para engordar mi ego de adulto.
Como se dice en mi tierra, y no lo traduzco porque perdería la magia, per tutto il mondo non sarai nessuno, ma per qualcuno puoi essere tutto il mondo.

7 comentarios:

  1. Per tutto il mondo no sarai nessuno, ma per qualcuno SEI tutto el mondo.... Y si no, que se lo digan a tu familia, a tu marido y a tus hijos.

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  2. Te ha molao, ¿eh? Jajaja.
    Besos guapa.

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    1. Sigo pensando en nuestra quedada italiana.... ¿Te pilla mal la Toscana?

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  3. Lo que pasa es que mucha gente trata de crear frustración en los niños para que "aprendan que no pueden tenerlo todo en la vida"...¡pues claro que no!!!! la propia vida ya se encargará de demostrarselo.
    Lo que sí está en nuestra mano es el darles las herramientas suficientes para que cuando la vida les de un golpe, sepan levantarse y seguir andando...yo lo tengo claro, cuanto más contenidos están de bebés, cuanto más queridos y respetados se sienten los niños, más resilientes son.
    Un besazo!
    Pilar

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  4. Parece como si algunas personas nunca hubieran sido niños, ya que les tratan así de mal. O quizás si lo fueron, maltratados y frustrados y que ahora descargan su frustración con otros niños, cuando lo que tenían que hacer es procurar que nadie más pase por las cosas malas que ellos pasaron. ¡Qué crueles!Ellos tienen en su mano cambiar un poco el mundo y están tan ciegos que no son capaces de hacerlo.

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  5. Exacto! para qué adelantar acontecimientos, o sufrir por lo que no ha ocurrido y peor aún cuando está todo equivocado. Muy sabias palabras las tuyas. Un saludo! ;)
    Yaneth

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  6. Hay que ser cruel para que un bebé te extienda sus bracitos para que lo cojas y vayas con todo el despotismo a quejarte a su madre. Que hubiera estudiado Magisterio de Educación Primaria, y no tendría esos problemas.

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