miércoles, 7 de diciembre de 2011

Un día como hoy

Ring, de Salvatore Vuono
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A las 16:00 de la tarde de un 7 de diciembre, hace 9 años, subía la escalinata de una iglesia camino del altar. Hasta no mucho antes, solía hacer gala de ese anticonformismo moderno e irriverente, y declaraba a cualquiera que me lo preguntara que no era partidaria del matrimonio, ni mucho menos de casarme por la iglesia. En realidad no se trataba de una pose: estaba firmemente convencida de que un papel no iba a cambiar lo más mínimo nuestra relación; además, no me gustaba la idea de una boda religiosa porque, si bien creo en Dios, no me siento especialmente identificada con la religión católica ni con ninguna otra. Tampoco me atraía la idea de casarme por lo civil, porque aunque a mi manera soy creyente, y unirme a una persona de por vida por el artículo 42 me parecía un enfoque un poco reduccionista.
Sin embargo, en la vida hay cosas aparentemente sencillas que nos hacen olvidarnos de nuestros principios. Ese punto de inflexión se produjo, en mi caso, una tarde de invierno, mientras mi entonces novio y yo caminábamos, ya no recuerdo si íbamos a algún sitio o simplemente dábamos un paseo. Pasamos al lado de la iglesia y me contó una anécdota aparentemente sin importancia: cuando era pequeño, solía admirar el exterior de esa iglesia al cruzar la calle, y se prometió a si mismo que si un día se casaba, lo haría allí.
Esa frase me hizo tragarme todos mis prejuicios, mis titubeos e incluso mis creencias, pues había puesto al alcance de mi mano el poder de cumplir un sueño. Nos miramos y sin decirnos nada subimos la escalinata para ir a pedir fecha.
Un año después volvía a subir esa escalinata del brazo de mi padre, rezando para no tropezar con el borde del vestido. Era mi día de gloria, el único día en la vida en el que absolutamente todo el mundo iba a decirme que estaba impresionantemente guapa y espectacular. Sin embargo, no recuerdo mi entrada, no tenía ojos para los invitados ni oídos para la música. Todos mis sentidos estaban centrados en él y en sus ojos que brillaban de emoción.
Nueve años después, dos hijos después, años luz después, sigue a mi lado, contra viento y marea.
Un día como hoy, le siguen brillando los ojos.


3 comentarios:

  1. Felicidades! y que siga brillando vuestra llama, al igual que sus ojos, muchos años más.
    Besos.

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  2. Felicidades. Por siempre y para siempre. Que no se apague vuestra llama.

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  3. Feliz Aniversario Kim!! Y que sean muchísimos más!!!

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