martes, 27 de septiembre de 2011

La esencia del unicornio

Confieso que nunca he entendido el arte. Es decir, puedo llegar a comprender una obra de arte (se trate de un cuadro, una escultura, un libro o una película), pero mi primer y único planteamiento es siempre me gusta o no me gusta. Si me transmite emociones positivas, lo considero arte; si me deja indiferente, o me genera una sensación de rechazo, tiendo a calificarlo de esperpento, digan lo que digan los críticos.
Y con perdón de los críticos que puedan estar leyéndome, pienso que el arte es algo subjetivo, impalpable, abstracto y cuestionable, por eso no entiendo el afán de analizarlo según unos parámetros preestablecidos. Digamos que mi enfoque suele ser intuitivo y visceral.
Desde mi ignorancia, de entrada no entiendo cómo puede uno extasiarse al ver unos manchurrones en un lienzo, pero cuando vi la Piedad de Miguel Angel me saltaron las lágrimas. Es una incoherencia que me acompaña en casi todas las facetas de mi vida, no suelo utilizar mucho la cabeza, digamos que prefiero recurrir al corazón y al estómago.




La imagen que he elegido para acompañar esta entrada es un dibujo de mi hijo de 5 años.
Unicornio, (c) E. A. B. 2011
Para poneros en antecedentes, os diré que al comienzo del curso sus maestras nos comentaron que a partir de la segunda semana de clase iban a traer deberes.
A decir verdad, yo no estaba muy conforme ante la idea de que unos niños para los que la educación todavía no es obligatoria, y que pasan un total de 7 horas diarias en el colegio, tengan que trabajar también en casa. Sin embargo, decidí no protestar y darles un voto de confianza: estoy encantada con el colegio, con la calidad humana y la profesionalidad que han demostrado siempre sus maestras, me reafirmo cada día en que ha sido una elección muy acertada al ver la sonrisa con la que mi niño me recibe habitualmente cuando voy a recogerle.
También hay que decir que los deberes que trae son sencillos, no tarda más de 10 minutos en hacerlos y tiene toda la semana para entregarlos.
Además, mi hijo está encantado y orgulloso de su nueva responsabilidad de niño mayor, y lo primero que hace todos los lunes es contarme qué deberes le han mandado; en cuanto llega a casa, se pone a hacerlos y después me los enseña.
Ayer le mandaron dibujar y escribir 3 palabras que empiezan por la letra U. Estuvo charlando todo el camino, emocionado porque ya había encontrado dos de las tres palabras que necesitaba, y un poco preocupado hasta que encontró la tercera.
Una vez en casa, se puso manos a la obra. Una de las palabras que eligió fue unicornio: me sorprendió por su complejidad, porque supo escribirla él solo sin consultarme, y sobre todo por el dibujo que he reproducido aquí.
En cuanto lo vi, me vinieron a la mente las cuevas de Altamira. Será que estoy leyendo (con mucho esfuerzo y poco entusiasmo) La tierra de las cuevas pintadas, pero encuentro el dibujo de mi niño muy parecido al arte prehistórico, a aquellas imágenes que sorprenden por su variedad.
Luego recordé los dibujos que yo hacía de pequeña, totalmente carentes de perspectiva y la envidia sana que sentía hacia el talento de mi madre, que pintaba cuadros que nunca llegó a exponer (y que para mí son arte, porque me transmiten algo). Entonces volví a mirar el dibujo de mi hijo, tan parecido y al mismo tiempo tan distinto a lo que me esperaba, y me maravillé aún más.
Tengo que decir que no se esmeró mucho, tardó medio minuto a lo sumo en terminarlo. Pero va a ser que mi niño también es un artista, porque su dibujo me ha llegado.
Es un dibujo tosco, lo admito, pero me parece espectacular por su aparente sencillez. Con unos trazos rápidos y sencillos ha conseguido captar la esencia del unicornio, animal entre mito y realidad ("se parece a un caballo, pero con un cuerno en la frente") y lo ha pintado de rojo, su color favorito.
Hace unos años escribí un libro; no lo he publicado y puede que nunca me atreva a hacerlo. Pero mientras lo escribía me imaginaba a mí misma pintando un cuadro, dando forma a la historia que querría contar: algunos pasajes los escribía utilizando un pincel muy fino y otros a brochazos. Luego me quedé contemplando mi obra y la guardé en un cajón: tengo miedo al fracaso y también miedo al éxito, así que ante la duda elegí no hacer nada.
Si algún día encuentro el valor de buscar un editor que quiera creer en mí, habré conseguido transmitir la esencia del unicornio.

3 comentarios:

  1. Así que tú también estás con el último de Jean M. Auel? Yo también!!!!!!!!!!! Me encanta! Cuántas veces he soñado en parecerme un poquito a Ayla.
    Me encanta el dibujo de tu niño, realmente fantástico. Como tú dices, con tan sólo unos trazos sencillos, ha conseguido captar la esencia del animal. Es admirable!

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  2. Sí guapa, sí, estoy con el último de Jean M. Auel, pero si te soy sincera, me parece un tostón... Ayla es mi paradigma de la heroína odiosa, tanta perfección la vuelve insoportable.
    Me alegro que te haya gustado el dibujo de mi pequeño artista, él está orgullosísimo de su unicornio, y yo de él.

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