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Pienso que no es necesario aclarar que el método Maridill es una parodia de otro método de nombre parecido (que a su vez es un plagio de otro método similar popular en EEUU), que pretende enseñar a dormir a los niños.
Confieso que me apunté al vacile. Supongo que es una experiencia casi catártica, desvariar sobre algo tan incuestionablemente divertido crea una especie de camaradería con las personas con las que se comparte la broma. Si el método Estivill pretende que el niño encuentre consuelo en el muñeco Pepito, pues el método Maridill propone una muñeca hinchable para tal fin (a mi juicio, es extremadamente importante que sea la esposa la que elija la muñeca, en contra de la opinión del marido si hace falta, y le ponga un nombre insinuantemente sugerente, como Natasha o Samantha); si para "reeducar a un niño en el hábito de sueño" es importante dejarle en la habitación un poster, un móvil de cuna y un chupete, para reeducar a un marido en el hábito sexual harán falta como mínimo un par de revistas porno y un DVD para ver películas X (sobre el chupete, mejor no me pronuncio).
Hasta aquí llega la broma; para más vacile, estaros atentos a mi próxima entrada, o como suelen decir en la tele, stay tuned.
Ahora en serio: me hace gracia, pero al mismo tiempo me deja un sabor agridulce. Si El método Maridill se convirtiera en un libro, en el mejor de los casos solo encontraría hueco en la sección de humor. En el peor, el público se escandalizaría, se le consideraría un ataque hacia las personas aquejadas de problemas sexuales o se le acusaría de mofarse de la sagrada vida de pareja. Se apreciaría, o no, la ironía con la que se ha escrito, pero nadie lo tomaría en serio.
Sin embargo, las librerías están llenas de libros que proponen maltratar psicológicamente a los niños para que dejen dormir a sus padres (uno de ellos recientemente reeditado) y no solo no se retiran de la circulación, sino que nadie se inmuta, es más, se consideran teorías educativas dignas del más profundo respeto.
A nadie en su sano juicio se le ocurriría poner en práctica el método Maridill, porque renunciar a esa parcela de la vida en pareja caparía (nunca mejor dicho) una parte importante de la relación entre marido y mujer, pero muchos padres deciden aplicar el método Estivill, ya sea por decisión propia o por presión social, sin pararse a pensar que están sacrificando una de las partes más agradables de la maternidad y la paternidad en beneficio de una mal entendida autonomía.
Por lo que a mí respecta, al igual que me niego a maridilizar (o como se diga) también me niego a estivilizar: opino que la vida debería ser una fiesta para todos los sentidos, y cuanto más nos conectamos a ellos, más libres y auténticos nos sentiremos.
El que decida renunciar al sexo sus razones tendrá, pero a mi entender se está perdiendo algo que merece la pena.
Del mismo modo, el que nunca se haya dormido respirando el aroma del pelo de un bebé, no sabe realmente de qué va la vida.
Madre mía!!! Lo que inventan. Pues yo no quiero métodos de esos. Yo a vivirlo todo!!! ;)
ResponderEliminarUn besote