miércoles, 1 de octubre de 2014

Desde las alturas

Perdonadme ante todo por escribir de forma atropellada, pero todavía estoy terminando de aterrizar y de tratar de poner mis emociones en orden.
Hace tan solo unas horas he vuelto de Burgos, donde estuve presentando nuestro libro junto con tres de mis compañeras-amigas-hermanas virtuales, nada menos que en el salón de actos del Museo de la Evolución Humana.
El viaje ha sido rápido (mis obligaciones familiares me han impedido alargarlo todo lo que me habría gustado) pero intenso: emociones, expectación, nervios, tensión, alegría y sentimientos encontrados, contenidos durante largo tiempo que por fin han podido confluir y explotar en un huracán de colores que me han hecho volar. Todavía no he aterrizado, y desde las alturas tengo ganas de seguir volando y miedo a estrellarme.

El día de ayer empezó como cualquier otro, nos levantamos, desayunamos, nos vestimos, acompañamos a los niños al cole, mi marido se fue a trabajar. Yo en cambio me puse a pasear sin rumbo por la ciudad, para hacer tiempo: tenía pensado regalarme una sesión de chapa y pintura (léase depilación de cejas y manicura), y tuve que esperar una hora a que abriera el local. No sabía qué hacer con esa hora, en mi estómago encogido no cabía nada más que el café engullido a toda prisa al despertar, no tenía ganas de ver a nadie ni de hablar con nadie, así que para matar los nervios me puse a caminar.
Finalmente, después de la chapa y pintura, me subí al coche para emprender un viaje de un par de horas, que se me hizo rapidísimo y eterno al mismo tiempo. Me encanta conducir, me relaja, me ayuda a pensar, o a no pensar, según las circunstancias. Recorrí la autopista, con la música puesta y cantando a squarciagola como dicen en mi tierra, hasta llegar a mi destino.
Después todo se sucedió muy rápido, la llegada, el hotel, el check in, los encuentros y reencuentros, la comida, la charla, la sobremesa, el breve camino que nos separaba del museo.
Pero al llegar allí el tiempo se detuvo y me atrapó en una espiral de expectación, impaciencia y miedo. El sueño que habíamos atesorado durante meses de repente se volvió real y tangible, recordé dónde estábamos y por qué. La visita guiada por el museo me cautivó pero no podía parar de contar los minutos que faltaban para la presentación.
Cuando terminamos, el mundo volvió a girar a velocidad de vértigo, nos metimos en el baño para retocarnos con manos temblorosas, sacamos una foto al salón de actos, en ese momento todavía vacío y tuvimos el placer y el honor de conocer al Prof. Dr. José María Bermúdez de Castro, y de descubrir que una persona con un currículum tan impresionante puede ser tan cercana y agradable. Tras unos minutos de charla en los que casi conseguí relajarme, me sentaron en una silla y empezaron a grabar un reportaje para el telediario, me quedé allí sentada y demasiado asustada para mover un músculo, contestando a preguntas mientras me decía a mí misma que nunca había salido en la tele ni había hablado delante de una cámara y tratando de sobreponerme al miedo atroz de quedarme en blanco o de hacer el ridículo.
Nos llevaron otra vez al salón de actos, ahora lleno a rebosar, más fotos, y de nuevo el mundo se mueve a cámara lenta. Nos invitan a sentarnos, me quedo allí bloqueada, demasiado consciente de que no sé qué hacer con las manos, me sudan por los nervios pero no me atrevo a restregarlas por el pantalón. Me han puesto un micrófono que comparto con Mon, pero creo que no funciona y le pregunto en susurros si sabe cómo se enciende. Por desgracia no lo sabe, y me visualizo mentalmente haciendo el ridículo delante de un micrófono que no amplifica mi voz.
Nos presentan, hablan de evolución, de sueño infantil, de lo parecidos que son en realidad nuestros bebés a los que habitaban las cuevas de Atapuerca. Oigo las palabras pero mi cerebro no las procesa, miro a la audiencia y sé que dentro de poco me tocará hablar a mí, sé lo que voy a decir pero tengo miedo a olvidarlo, a decirlo mal o a quedarme en blanco.
Empieza Mon, luego Rafi, luego me llega el turno. A posteriori, me dijeron que no se me notaba nerviosa, si es así, la procesión iba por dentro. Aunque es cierto que a medida que avanzaba en mi discurso me empezaba a relajar y conseguí encarrilar las palabras y hacerlas fluir.
Al terminar nuestras intervenciones llegó un momento que solo puedo calificar de estelar, fue cuando pude sentir de manera casi física la calidez del público. Decenas de personas que habían pausado sus vidas durante un par de horas para venir a escucharnos, personas que estaban interesadas en nosotras, en nuestro libro y en lo que teníamos que decir, y así nos lo hicieron saber. Nos felicitaron, nos hicieron preguntas, nos contaron sus problemas con el sueño de sus bebés por si teníamos alguna sugerencia.
Antes de terminar, firmamos unas cuantas copias del libro, recibimos más agradecimientos y felicitaciones. Una mamá me dijo que éramos una inspiración para ella, y se me saltaron las lágrimas.
Ya era de noche cuando dejamos atrás el museo, y el mundo recuperó su ritmo normal.
Llamé a mi marido para saber qué tal estaba todo, le resumí el día lo mejor que pude, y después las cuatro autoras nos fuimos a cenar y compartir unas risas antes de tener que volver a nuestras vidas, con la sensación de que de alguna manera ese día había supuesto un antes y un después.

No quiero terminar esta entrada sin agradecer a todas las personas que lo han hecho posible.

  • A Rafi, Mon y Bego por estar allí, ayer y siempre.
  • A Cristi, Merche y Rosalina por sufrir y alegrarse en la distancia.
  • A mi querido grupo de cotorras y a las foreras de DSLL por ofrecerme su hombro y arrancarme una sonrisa cada vez que la necesito.
  • A Susana e Isabel por la comida y la compañía.
  • A Silvia, por guiarnos por el Museo de la Evolución Humana y amenizarnos la visita con sus extensos conocimientos y su simpatía.
  • Al Prof. Dr. José María Bermúdez de Castro por tomarse el tiempo de charlar con nosotras, por el interés que ha mostrado... y por pedirnos que le tuteemos, aunque la verdad me cuesta.
  • A los periodistas que estuvieron presentes y que hicieron que DSLL traspasara (más) fronteras.
  • A todos los que asistieron a la presentación. Gracias por escuchar, por confiar, por compartir y por hacerlo tan GRANDE.
  • A Alvaro por haber cuidado de nuestros polluelos (y de Tiny el caracol por supuesto), y a los demás papás que nos acompañan entre bastidores.
  • A mis niños, por todo ♥



1 comentario:

  1. Que grande Kim! Cuanto me alegro. Y q liston tan alto su consigo donostia como presentacion. (lo veo dificil aunq no imposible). Felicidades a todas

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