Ya es Navidad, una de muchas. Cada vez que se acerca esta época del año no puedo evitar mirar hacia atrás, rememorar las Navidades que viví en el pasado.
Recuerdo las Navidades de mi infancia y acuden a mi mente las viejas imágenes que no se desdibujan a pesar del tiempo transcurrido: me veo a mí misma con la nariz pegada al escaparate de una juguetería, observando encandilada un tren de juguete que daba vueltas por un paisaje nevado, lo veía subir montañas y entrar en túneles. Mi padre coleccionaba trenes antes de que yo naciera, y la habitación que luego se convirtió en la mía era el santuario dedicado a su afición: a veces, ante mi insistencia, volvía a sacar los trenes y los raíles y a construir un circuito, no tan complejo como el de la juguetería, pero suficientemente fascinante para mis ojos de niña.
Christmas gift, de digitalart http://www.freedigitalphotos.net |
Luego crecí, mis recuerdos dejaron de estar tan ligados a los cinco sentidos y la Navidad perdió su encanto.
Años después, el mazazo: la muerte de mi madre en Nochevieja, mi determinación a no volver a celebrar el Año Nuevo nunca más; siguieron unas Navidades agridulces, en las que no sabía si alegrarme por ver a mi hijo disfrutar de ellas o entristecerme porque mi madre ya no lo podría ver.
Pero como siempre, como todo, no dejo nunca de aprender de mis niños. Ahora veo las Navidades a través de sus ojos y la magia ha vuelto con toda su fuerza.
Mi vida actual y mi vida pasada se juntaron hace un par de semanas mientras hacía el árbol con mis hijos, y le explicaba a mi hijo mayor, como mi madre me explicó a mí hace décadas, la historia de cada adorno que colocamos en él: la piña que ya tiene cien años, pues la heredamos de mi tatarabuela, el reno que siempre hay que poner cerca de una luz para que brillen los diminutos cristales con los que está hecho, las bolas de tela que yo me encargaba de colocar desde siempre porque no eran frágiles.
De camino a casa nos entretenemos viendo la tienda de disfraces de la esquina, donde está expuesto un muñeco vestido de ángel, y nos partimos de risa cada vez que lo vemos: a estas alturas, ya no sé si me río porque la cara del muñeco es bonita, fea o simplemente cómica, pero en cuanto lo veo me pongo de buen humor.
Mi hijo me ha obligado a poner el CD de villancicos en el coche: tengo una colección entera de canciones navideñas, en italiano, en castellano, y también en inglés, alemán y latín, y las cantamos todas, cuando no sabemos la letra o no entendemos el idioma nos lo inventamos y ya está. Mi niña, que todavía es pequeña para cantar, da palmas y baila al son de la música, y cuando paramos en un semáforo saluda a los artistas callejeros.
Mi niño ha escrito su carta a Papá Noel, una auténtica carta hecha a mano a lo largo de varios días, no solo una lista de la compra con los regalos que espera recibir.
Y mi padre ha prometido que volverá a sacar su tren para enseñárselo a sus nietos, y hasta permitirá que hagan chocar dos trenes, cosa que a mí no me dejó hacer nunca.
Por fin, es Navidad.
Gracias querida KIm por recordarnos el verdadero sentido de la navidad!!!
ResponderEliminarMe quedo con este párrafo. Me ha gustado mucho, por su significado:
ResponderEliminar"mi padre ha prometido que volverá a sacar su tren para enseñárselo a sus nietos, y hasta permitirá que hagan chocar dos trenes, cosa que a mí no me dejó hacer nunca"
Serán unas buenas navidades Kim, verás.
Bonito post, me ha encantado! Tambien recuerdo mis navidades pasadas en esa época... Estas seran las primeras navidades sin mi madre, pero tambien la primera que Izan participará más, intentaré volcarme en él. Un besito
ResponderEliminarCabezota de Crianza Natural
Vaya Kim, no sabía nada de esto...
ResponderEliminarEs precioso el post y todo lo que cuentas en él. Lo importante es disfrutar con tu familia y estoy segura de que habrán sido unas fiestas entrañables.
Generando nuevos recuerdos....
Un besazo y feliz navidad!
Pilar